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Krishnamurti en Chile: La Recta Acción (Sept. 1935)

“Amigos, nuestros problemas humanos exigen un pensar claro, simple y directo. Algunos de ustedes pueden imaginar que, escuchando meramente unas cuantas de las pláticas que voy a ofrecer, quedarán resueltos sus problemas. Desean remedios inmediatos para sus múltiples aflicciones y dolores, y esperan que alteraciones superficiales puedan cambiar radicalmente sus pensamientos, la totalidad de su ser. Hay un solo modo de encontrar la inteligente felicidad, y es mediante nuestra propia percepción, nuestro propio discernimiento; y es únicamente por medio de la acción que podemos disolver los numerosos obstáculos que impiden la plenitud de realización. Si pueden percibir por sí mismos, de modo simple y directo, las limitaciones que se oponen a un vivir profundo y completo y la manera como han sido creadas, entonces ustedes mismos serán capaces de disolverlas.

Les rogaría que, al escucharme, vayan más allá de la ilusión conveniente y satisfactoria que ha dividido al pensamiento en oriental y occidental. La verdad está más allá de climas, pueblos y sistemas. Si bien vengo de la India, lo que digo no está condicionado por el pensamiento de ese país. Estoy interesado en el sufrimiento que existe en todo el mundo. Y, por favor, no descarten lo que digo, pensando que no es práctico sino tan sólo alguna forma de misticismo oriental. Les rogaría también que no piensen en términos de fórmulas, sistemas, consignas, sino que liberen a la mente del trasfondo de muchas generaciones y piensen de una manera nueva, directa y simple. Tengan la bondad de no creer que calificándome de anarquista o comunista, o dándome algún otro título conveniente, han comprendido lo que he dicho. Debemos pensar de un modo nuevo y comprender el problema humano como una totalidad; sólo entonces podremos vivir con armonía e inteligencia. Cuando haya verdadera realización individual, también existirá el verdadero bienestar del conjunto, de lo colectivo.

Si cada uno puede realizarse plenamente, vivir en armonía completa, lo cual exige gran inteligencia y no persecución de deseos egoístas, entonces tendremos bienestar para todos. Si bien es necesaria una revolución completa del pensamiento y el deseo, ésta tiene que ser el resultado de una espontánea comprensión por parte del individuo, y no una consecuencia de la compulsión.

Como casi todos ustedes están profundamente interesados en la felicidad y la realización, y no han venido aquí sólo por curiosidad, si comprenden cuidadosamente lo que digo y actúan, sabrán qué es el verdadero éxtasis de la vida.

En todo el mundo hay un sufrimiento intenso. Vemos hambre en medio de la abundancia. Hay explotación de una clase por otra, de las mujeres por los hombres y de los hombres por las mujeres. Está el absurdo del nacionalismo, que es tan sólo la expresión colectiva de la búsqueda egoísta de seguridad.

Este caos es la manifestación objetiva de ese sufrimiento interno del hombre. Subjetivamente, hay incertidumbre, está el angustioso miedo a la muerte, a la insuficiencia, al vacío. Nuestra acción en el mundo subjetivo y objetivo, no es sino la expresión del deseo egoísta de seguridad. De este modo, la mente ha creado múltiples impedimentos, limitaciones, y hasta que no comprendamos completa y totalmente estos impedimentos y nos liberemos voluntariamente de ellos, no puede haber plenitud de realización.

Comprendiendo individualmente estas limitaciones y liberándonos de ellas, podemos crear una acción verdadera e indispensable y, de tal modo, cambiar nuestro medio. Muchísimas personas piensan que, a fin de producir la realización del individuo, tiene que haber un movimiento de masas. Pero para crear un genuino movimiento de masas, primero tiene que haber una revolución completa en los pensamientos y deseos del individuo, de cada uno de ustedes. Eso, para mí, es la verdadera revolución, este cambio individual y voluntario. Tiene que comenzar en el individuo, en cada uno de nosotros, y no en una indefinida masa colectiva. No se hipnoticen con la frase movimiento de masas. Cada individuo atrapado en el sufrimiento debe cambiar, debe comprender la causa de su propio dolor y los obstáculos que ha creado en tomo de sí mismo. De nada sirve limitarse a buscar una sustitución, porque ello no resolverá en modo alguno nuestras angustias y nuestros problemas humanos. Es tan sólo un falso ajuste a una condición falsa. La mayoría de nosotros, al buscar una sustitución, se ajusta meramente a sus propias búsquedas egoístas.

Por favor, al finalizar esta plática no digan que no les he dado un sistema positivo. Voy a tratar de explicar el origen de nuestros pesares; y cuando ustedes disciernan por sí mismos la causa del dolor, habrá una acción directa, la única positiva. Esta acción, nacida de la comprensión, de la inteligencia, no es la imitación de un sistema.

Cada individuo está buscando la seguridad, tanto subjetiva como objetivamente. Su búsqueda subjetiva es la de una certidumbre a la cual la mente pueda aferrarse a fin de no ser perturbada. Y su búsqueda objetiva es de seguridad, poder y bienestar.

¿Qué ocurre, entonces, cuando uno busca seguridad, certidumbre? Tiene que haber temor; y si uno está consciente de sus pensamientos, discernirá que tienen su raíz en el temor. La moralidad, la religión y las condiciones objetivas se basan fundamentalmente en el temor, porque son el resultado del deseo que el individuo tiene de estar seguro. Aunque uno pueda no tener ninguna creencia religiosa, tiene, no obstante, el deseo de sentirse subjetivamente seguro, lo cual no es sino el espíritu religioso. Comprendamos, pues, la estructura de lo que llamamos religión.

Como dije, cuando uno busca la seguridad tiene que haber temor; para estar subjetivamente seguros, ustedes buscan lo que llaman inmortalidad. En la búsqueda de esa seguridad aceptan a maestros que les prometen esta inmortalidad, y llegan a considerarlos autoridades que deben ser temidas y veneradas. Y donde existe este temor, tiene que haber dogmas, credos, creencias, ideales y tradiciones para mantener sujeta a la mente.

Lo que ustedes llaman religión es nada más que una forma organizada de autoprotección individual para la seguridad subjetiva. Con el fin de administrar esta autoridad basada en el temor, necesitan a los sacerdotes, y éstos se convierten en sus explotadores. Son ustedes los que crean a los explotadores porque, debido al temor, han generado la causa para la explotación. La religión se ha convertido en una creencia organizada, una forma cristalizada de pensamiento, de moralidad, de opresión y dominación. La religión, cuyo Dios es el miedo – aunque usemos palabras tales como amor, bondad, hermandad, para disimular ese miedo profundo -, es nada más que la sumisión subjetiva a un sistema que nos garantiza la seguridad. No estoy hablando de una religión ideal. Hablo de la religión tal como existe en el mundo, la religión del interés establecido, de la explotación.

Luego está la búsqueda objetiva de la seguridad por medio del poder egoísta basado esencialmente en el temor y, por lo tanto, en la explotación. Si ustedes consideran nuestro sistema actual, verán que es sólo una serie de explotaciones astutas del hombre por el hombre. La familia se vuelve el centro mismo de la explotación. Por favor, no interpreten mal lo que entiendo por familia. Entiendo el núcleo que hace que ustedes se sientan seguros, lo cual requiere que exploten al vecino. La familia, que debería ser la verdadera expresión del amor, no de la exclusividad, se convierte en el instrumento de la propia perpetuación egoísta. Desde este sentido de la familia se desarrollan las clases sociales, la superior y la inferior, y los medios de adquirir la riqueza acumulada en manos de unos pocos. Después sigue la enfermedad del nacionalismo, el nacionalismo como instrumento de explotación, de opresión. Esta peligrosa enfermedad del nacionalismo divide a la gente, tal como lo hacen las religiones. En esta enfermedad se originan los gobiernos soberanos, cuyo negocio es prepararse para la guerra. Las guerras no son una necesidad; matar a otro ser humano no es una necesidad.

Así, buscando su propia seguridad, ustedes han creado numerosos obstáculos de los cuales son por completo inconscientes; y estos obstáculos no sólo los convierten en máquinas, sino que les impiden ser verdaderos individuos. Cuando toman conciencia de estas limitaciones, surge el conflicto. Ustedes no quieren conflicto, sólo desean satisfacción, seguridad, y así estos obstáculos continúan creando dolor y confusión. Pero sólo cuando entren en conflicto con los valores que ahora oprimen y limitan a la mente, encontrarán felicidad y realización verdaderas; sólo entonces darán con la realidad. El examen intelectual de estos valores no revela su verdadero significado. El mero examen intelectual no creará conflicto, y sólo gracias al sufrimiento comienza uno a comprender el profundo y oculto significado de tales valores.

Casi todos actúan de manera mecánica en un sistema; por eso es esencial que se enfrenten cara a cara con estos valores e impedimentos, de los que son inconscientes. En esto radica el despertar de la verdadera inteligencia, lo único que puede dar origen a la plenitud de realización. Esta inteligencia, que es única, revelará lo eterno. Tal como el Sol asoma claro y radiante a través de las nubes oscuras, así, a través de nuestro propio discernimiento y en la pureza de nuestra propia acción, surge la realización de esa vida que es renovación eterna.

Pregunta: Usted predica ideas revolucionarias, pero ¿cómo puede salir algo realmente bueno de ellas a menos que organice un grupo de seguidores, que produzcan una revolución de hecho? Si usted está contra la organización, ¿cómo puede alcanzar alguna vez cualquier resultado?

Krishnamurti: Ustedes no pueden seguir a nadie, incluyéndome a mí. Gracias a su propia comprensión espontánea, crearán cualquier organización que sea necesaria. Pero si se les impone una organización, se volverán meros esclavos de esa organización y serán explotados. Como hay tantas organizaciones que ya los están explotando, ¿de qué sirve agregarles otra más? Lo importante es que cada uno de ustedes comprenda fundamentalmente, y de esa comprensión surgirá una organización genuina que no impedirá la plena realización del individuo. Yo no estoy contra todas las organizaciones. Estoy contra aquéllas que impiden la realización individual, especialmente esa organización llamada religión, con sus temores, sus creencias y sus intereses creados. Se supone que ayudan al hombre, pero de hecho obstruyen profundamente su verdadera realización.

Pregunta: ¿No se produciría perturbación, caos e inmoralidad social si no hubiera sacerdotes para sostener y predicar la moralidad?

Krishnamurti: Ahora, por cierto, hay en el mundo caos, explotación y desdicha total. ¿Puede agregar más a eso? Tenemos que considerar qué entendemos por sacerdotes y qué entendemos por moralidad.
Por sacerdote entiendo uno cuya acción se basa en el interés creado y que, por lo tanto, fomenta el temor. Tal vez no sea miembro de ninguna organización religiosa, pero puede pertenecer a un determinado sistema de pensamiento y, en consecuencia, genera dogmas, credos y temores. Un sacerdote es uno que obliga a otra persona, sutil o crudamente, a que encaje dentro de cierto molde.
Para comprender qué es la verdadera moralidad, primero tenemos que comprender qué es la moralidad actual. Si podemos discernir cómo ésta se ha desarrollado alrededor de nosotros y nos liberamos de sus numerosas estupideces y crueldades, entonces habrá inteligencia, cuya acción será verdaderamente moral porque no estará basada en el temor.

Si observan desapasionadamente, verán que nuestra moralidad de hoy en día se basa en el profundo egoísmo, en la búsqueda de seguridad no sólo aquí, sino en el más allá. A causa de nuestro espíritu adquisitivo, del deseo de poseer, hemos establecido ciertas leyes, ciertas opiniones a las que llamamos morales. Si estamos libres espontáneamente del espíritu posesivo, adquisitivo – y esto necesita un profundo discernimiento -, entonces hay inteligencia, la cual es el guardián de la verdadera moralidad.

Usted dirá: “Eso está muy bien para nosotros, que somos cultos y no necesitamos que nadie sostenga nuestra moralidad; pero ¿qué hay con el pueblo, con la masa?” Cuando usted juzga a otros como no cultos, entonces usted mismo no lo es; porque en esta supuesta consideración por los otros, tiene su origen la explotación. Lo que realmente le preocupa cuando pregunta por otro, es su propio temor al conflicto y la perturbación. Si usted comprendiera la actual falsa moralidad con su crueldad sutil, entonces habría verdadera inteligencia. Sólo esa inteligencia es garantía de moralidad bondadosa, inclusiva y exenta de temor.

Pregunta: El carácter, ¿es otro nombre para la limitación?

Krishnamurti: El carácter se vuelve una limitación si es meramente una defensa egoísta contra la vida. Este desarrollo de resistencias contra el movimiento de la vida, se convierte en instrumento de autoprotección. En esto no puede haber inteligencia y la acción sólo puede crear más limitación y dolor. Hemos desarrollado un sistema en el cual, para poder vivir, tenemos que poseer lo que se conoce como carácter, que no es sino una resistencia cuidadosamente cultivada, una autodefensa contra la vida.

Un hombre que quiera vivir, realizarse plenamente, debe tener inteligencia. El carácter se opone a la inteligencia. El carácter es tan sólo un obstáculo, una limitación, y en su desarrollo no puede haber realización creativa.

Pregunta: ¿Cree usted realmente en todo lo que dice?

Krishnamurti: Lo que les digo es para mí la verdad, no una creencia. Es el goce de mi propio vivir. No es la persecución de algún ideal, el cual sólo es imitación. Donde hay imitación, hay creencia. Pero si usted se está realizando – lo cual no significa que está obteniendo algo o que está llegando a ser alguna cosa -, entonces existe la realidad viviente.

La creencia se origina en la ilusión, y la realidad está libre de todas las ilusiones. Usted no puede juzgar si yo vivo lo que estoy diciendo. Soy la única persona que puede saber acerca de eso, pero usted puede descubrir por sí mismo si lo que digo tiene algún significado profundo para usted. Para juzgar, usted debe tener una medida, un patrón. Ese patrón, tal como ocurre por lo general, es el resultado de algún prejuicio o alguna frustración.

Examine, por favor, lo que tengo que decir, porque en el examen mismo empezará a comprender el verdadero significado del vivir. Cuando uno juzga, hay condena o aprobación, lo cual implica que la emoción y el pensamiento se dividen, se fragmentan, y esto no da origen a la comprensión.

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